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La sombra del mercado

Desde el mismo momento en que nacemos y nuestra esencia es envuelta en un amasijo de carne, sangre y entrañas, vivimos condenados a la soledad. Existimos aislados de los demás, alejados del mundo que nos rodea y de la misma forma que el suelo árido siente sed por la lluvia, nosotros sentimos la necesidad por encontrar esa chispa, esa corriente eléctrica que se genera al entrar en contacto con la piel desnuda. Aunque en verdad ese deseo es solo la superficie,   la cúspide visible de un iceberg mucho más profundo y visceral. Lo que en realidad deseamos no es el cuerpo, sino lo intangible. Deseamos recuperar esa unión de la que una vez fuimos parte, pero que perdimos en el mismo momento que abrimos los ojos a este mundo y comenzamos a respirar. Yo quise huir de esas cadenas, quise cortar la carne para librarme del yugo de la soledad, ese silencio tan profundo que ni las palabras, ni la música consiguen llenar. Sin embargo a pesar de que logré deshacerme de la carne, algo no salió del to

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